Accidentes de tráfico

Nuevamente hoy en los telediarios, como todos los días, se nos dan datos de los ciudadanos que se dejan la vida en las carreteras. Ana Torroja y Esther Arroyo se han visto involucradas en un serio percance del que, afortunadamente, pueden contar detalles. Pero se ponen los pelos como escarpias los lunes cuando los medios nos dan el guarismo de las vidas que se han quedado en el asfalto en el fin de semana. No me quedo calvo al afirmar sin estudio previo que la gran mayoría de los siniestros se producen por negligencias e imprudencias de los conductores. Fundamentalmente el exceso de velocidad, al que hay que sumarle el alcohol y las drogas, el sueño y las acciones temerarias de muchos descerebrados, son las principales causas de la accidentabilidad que nos ocupa. No hay que hacer un trayecto largo para comprobar que ocurren pocos accidentes para los que se podían producir. Basta con recorrer el tramo de la N-232 al que siempre hago referencia entre Pedrola y el cruce de Gallur y contabilizar el número de barbaridades que se observan en los poco más de 15 kilómetros que lo componen. Yo me sigo poniendo de mala uva cuando veo, tanto en ciudad como en carretera, ocupantes sin cinturón, conductores hablando por el móvil (creo que se debería prohibir hasta el manos libres, pues se despista uno igualmente o más), niños sueltos en asientos traseros o, lo que es más grave, sentados sobre las piernas del ocupante del asiento delantero. No sirven las campañas de la DGT que te dejan el cuerpo para el arrastre, ni el carnet por puntos, ni los radares, ni las multas, ni siquiera que ciertos comportamientos se consideren delito. Se sigue haciendo el loco. Y se sigue matando la gente. Ya decía Paco Costas en el inicio de su programa de televisión La segunda oportunidad: "el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra". Y si a esto le sumamos que en la red viaria, a pesar de haber mejorado bastante, todavía quedan carreteras de corte tercermundista, pues la cosa pinta si cabe todavía peor. Una llamada de atención a nuestros dirigentes, que mantienen tramos como el mencionado y no buscan soluciones rápidas para que los ciudadanos dejen de morir como ratas, tales como la liberalización de algunos tramos de autopista o el desdoblamiento de otros tramos de carreteras bidireccionales que son auténticos puntos negros.. Pero claro, ahí entra el factor dinero y... con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho. No sé cual será la solución. Pero lo que si tengo claro es que, en gran medida, depende de que todos pongamos un mínimo de conocimiento cuando nos sentamos al volante y de que el Gobierno y las Comunidades se mojen de una vez por todas en hacer todo lo que esté en sus manos. Creo que tampoco es tan difícil.