viernes, 17 de octubre de 2008

Comunidades de vecinos


Muchos de nosotros vivimos hoy en día en comunidades con un número elevado de convecinos. Vivimos, pero no convivimos. En mi caso, pasé de mi pequeño y familiar condominio de cuatro rellanos por dos viviendas en cada uno, a la que componen los ocho, pero en este caso portales, del Edificio Granados en Rosales del Canal. 136 vecinos que hacen que esto parezca un pueblo, más que una comunidad. Es más, creo que voy a pedir la independencia, como Villamayor, y así podremos constituir nuestro propio ayuntamiento al que, sin ninguna duda, me presentaré como alcalde. Bromas aparte, ha cambiado el número y también la calidad de algunos vecinos. Todos estamos dentro de un sector de la población que podría considerarse joven. La forma y el ritmo de vida hacen que todos vivamos acelerados y excesivamente rápido, olvidándonos a veces de las más básicas de normas de convivencia. Estoy cansado, por ejemplo, de que más de un vecino saque al rellano la basura a la hora que le da la real gana. Imagínense el aroma que nos inunda, en verano sobre todo, causado por una bolsa de basura que contiene diversa y variada materia orgánica. ¿Hace falta que alguien le diga este señor o señora que la basura ha de sacarse al rellano única y exclusivamente a las horas de recogida, para así no causar los lógicos trastornos a los convecinos? Este es un ejemplo, pero hay muchos más. ¿Qué me dicen del vecino que baja a las siete de la mañana fumando en el ascensor? No vean la gracia que a mi me hace cuando bajo detrás de él-ella, tras mi obligatorio café matinal, y me tengo que fumar cinco pisos de su irrespetuoso humo. Este caso, más grave si cabe, pues está prohibido por ley. ¿También hay que avisar que este comportamiento, amén de ser ilegal, puede molestar a tus semejantes? Por no hablar del volumen de los aparatos de música. Que le pregunten al bueno de Raúl Marín, también vecino, que tiene para escribir un libro sobre los decibelios de una puerta cercana.

Ya no pedimos ni nos piden sal ni un poco de harina. Fumamos en los ascensores, ponemos la música alta, sacamos la basura cuando nos apetece, circulamos por el barrio ignorando la señalización. Además, cerramos las terrazas cómo y cuando queremos, colocamos las máquinas del aire acondicionado a nuestro antojo ignorando estatutos comunitarios y colgamos la ropa a secar sin ningún miramiento estético. Menudo panorama. Y esto, en una sociedad en la que se presume de tolerancia y el respeto. Menos mal.

1 comentario:

marraquino dijo...

Amigo mío,
solicita poner un conserje para controlar a toda estas personas que no respetan a los demás. Se respetarán a ellos mismos???

Menos educación para la ciudadanía y mas clases de urbanidad.

No estoy hablando de volver a tiempos pretéritos, sino de volver a respetar a los demás. Creo que estamos perdiendo este aspecto a marchas forzadas.

Salud.