El año pasado adquirimos un compromiso con dos buenos amigos para irnos a cenar los cuatro a uno de los imperios gastronómicos más exclusivos de nuestra ciudad. Era parte de nuestro regalo para su boda y este fin de semana, en concreto en la comida del sábado, hemos materializado el compromiso. Allí estábamos puntuales a la cita a las dos de la tarde en el Restaurante La Mar, sito en Plaza Aragón. Vayamos por partes. Acojona al entrar, con perdón. Es un antiguo palacete de 1890 de estilo renacentista. Te sale a recibir Rosa, la responsable del garito y te acompaña a la mesa. Camareras vestidas al estilo tradicional y una señora catalana ejerciendo de mêtre, que sabía latín, griego y arameo. La mesa, impecable. Redonda, con mantel blanco bordado con el nombre del lugar. Sillones muy cómodos. Carta para elegir. No muy extensa, pero extremadamente selecta. Carta de vinos amplia. Pedimos cuatro entrantes para compartir, y un segundo cada uno. Mientras llegaban los primeros, aperitivo delicado con patatas fritas de diseño. Langostinos laminados con vinagreta, erizos de mar con crema de setas, mouselin de foie-gras y panqueques de gambas fueron el inicio. Desemplatado en aperitivo y cuatro entrantes. Vinos a degustar. Laus Gewustraminerz para los entrantes y Crianza para los segundos, correctamente catados y aprobados por un servidor. En los segundos, langosta gratinada con salsa de cava, perdiz al estilo de la mar para otros dos y raviolis rellenos con gambas y una delicada salsa. El postre muy variado.Milhojas de helado y buñuelos rellenos, pero recomendables los panellets elaborados en la casa de forma exquisita al más puro estilo catalán. Fantásticos. Cafés servidos con gusto.Los orujos, a cuenta de la casa.
El trato del personal y el servicio excelente y muy profesional. El sitio acogedor y encantador a la vez, amén de imponente. Tranquilo se come, se respira calma. Se disfruta. Toda una experiencia más que recomendable, al menos una vez en la vida. 105,00 leuros por persona tuvieron la culpa, pero se pueden pagar a gusto. Más barato que un cubierto de boda y sin escuchar jotas ni “vivan los novios”. Vamos, que ha merecido la pena, aunque se haya retrasado un poco. Nunca es tarde, si la dicha es buena. Como dice mi amigo Julio Navarro, a la sazón, uno de los comensales de esta ocasión, “lo importante es la compañía, pero si se come bien mejor”. No se cuando, pero volveremos.
El trato del personal y el servicio excelente y muy profesional. El sitio acogedor y encantador a la vez, amén de imponente. Tranquilo se come, se respira calma. Se disfruta. Toda una experiencia más que recomendable, al menos una vez en la vida. 105,00 leuros por persona tuvieron la culpa, pero se pueden pagar a gusto. Más barato que un cubierto de boda y sin escuchar jotas ni “vivan los novios”. Vamos, que ha merecido la pena, aunque se haya retrasado un poco. Nunca es tarde, si la dicha es buena. Como dice mi amigo Julio Navarro, a la sazón, uno de los comensales de esta ocasión, “lo importante es la compañía, pero si se come bien mejor”. No se cuando, pero volveremos.
3 comentarios:
Me alegro que disfrutaras de aquella entrañable comida, ya que tú como tu señora esposa os la mereceis más que de sobras. Mi querido amigo Toño, no se si conocerás el restaurante La Alberca, sito. en el barrio de Movera, un poco más económico y nada desdeñable, ya que se puede disfrutar de unas carnes y pescados de primera, esa es mi modesta opinión. Pero en fin, la compañia es lo primero y lo más primordial. Ya podras recordar ese par de huevos fritos en Villa Abajo, que alguna vez hemos podido compartir.Espero que no tardemos en "apretarnos" uno de esos almuerzos que quitan el sentido. Un fortísimo abrazo.
Diego.
eeeeeee
cena de primos a la marrrr!!!
VERDADERAMENTE,FUÉ UNA CENA DE PRIMOS....JEJEJEJE
BUENO,LO IMPORTANTE ES DARSE UN LUJO DE VEZ EN CUANDO...
EN MI TIERRA SE DICE:QUE ESO ES MUCHO PARA UN CAMPESINO.
HASTA PRONTO.
Publicar un comentario